Non è da tutti. L’indicibile fortuna di
nascere donna.
*María milagros Rivera Garretas
Esta obra, cuyo título se
podría traducir como No es cosa de todos. La indecible suerte
de nacer mujer, es un balance del
feminismo autónomo del último medio siglo, autónomo
porque dependiente de la relación mujer con mujer, no del
principio, falso porque inalcanzable, de igualdad o unidad
de los sexos. Es una obra que empieza como un libro
enfadado que, según va haciendo él mismo luz, aligera
la ira y cede ante lo femenino libre, lo cual, aunque siga
siendo casi indecible al final del libro, precisamente por
eso resulta de una grandeza mucho mayor que los motivos,
todos justificados, de la ira.

El enfado deriva de una
escena de frustración vivida por la autora quizá a principios de los años
setenta del siglo xx, una escena que, hasta hoy y a pesar de todos los cambios,
se sigue viviendo: una mujer llega a un lugar hasta entonces masculino e
intenta entablar diálogo, a veces violento, desde su sentido libre del ser
mujer. El intento es vivido por ellos (y por algunas mujeres) como un enigma incomprensible,
ya que te han hecho el favor de abrirte su puerta. Ella, exasperada por no
poder despertarles a la realidad política nueva que está ya en el mundo y,
también, por su propia imposibilidad de decirlo a oídos que quería que no
fuesen sordos, busca su propia expulsión del lugar que le ha sido abierto y da
el paso decisivo de apartarse de todo aquello e irse a hacer política de lo
simbólico entre mujeres que han elegido serlo.
Pero este paso decisivo
no es entendido en el libro como un final sino como un nuevo inicio: un nuevo
inicio, en el presente y no cuarenta años atrás, de la política sexual y, con
ello, de la política. Los siete capítulos que componen la obra son un esfuerzo
enorme y yo creo que exitoso de reinauguración de la posibilidad de convivencia
libre entre las mujeres y los hombres de nuestro tiempo. Lo es porque la obra
desenmascara impecablemente el odio patriarcal hacia las mujeres que
tanta cultura occidental (pues habla de esta) ha intentado tapar, un odio que
va unido a muchísimo dolor masculino, y, casi sin contradicción, se pone a
hablar de libertad femenina y de relaciones entre mujeres y entre mujeres y hombres, hasta llegar suavemente, como hace una
que de los choques ha sabido sacar política pura, a plantear la pregunta que da
título al capítulo final: “¿Para qué sirve que las mujeres sean independientes
de los hombres?”.
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Imagen de G. Luis Peralvo |
Con la sorpresa de que la
respuesta (que queda inconclusa) no es una apología de la independencia
femenina sino el descubrimiento, en términos actuales, de que para una mujer
que quiera estar en el centro del mundo, la independencia simbólica está en la
dependencia libremente escogida, no en la independencia del hombre: dependencia
que es del amor, no del sexo masculino ni tampoco del poder que este sexo
quiere ahora compartir con las mujeres para que el poder como
estructura pensante de nuestro mundo postmoderno no decaiga. “La independencia
que vale no es la que solo dice yo y no: cuando hace falta, hace falta y se
dice, pero no termina ahí. Pertenece, en realidad, al orden de lo posible, no
en sentido puramente lógico: lo posible que hace ser y que acrecienta las
posibilidades a nuestra disposición hasta la posibilidad de un amor de sí que
no es egoísmo, de una libertad que comienza con la libertad ajena.”(p. 124)
Porque sigue siendo
todavía hoy en muchos sitios, por ejemplo en clase entre las muy jóvenes, una
cuestión debatida si es o no es el amor lo que pierde a las mujeres.
Las emancipadas dicen que
sí, las otras meditan y callan.
La lectura de este libro
lleva a sentir que a las mujeres el amor las pierde para que ellas se ganen: se
ganen poniéndose en el centro de la política perdidas en la genealogía materna.
Perdidas del apego al yo
y de la subjetividad individual, dos cosas que Occidente necesita perder para
obtener ganancia política y relacional. Lo indica el subtitulo del libro al
poner el acento en el nacer
mujer más que en el serlo. Lo indica también, aunque más oscuramente, el
título, al atreverse a decir, recogiendo la frase de una trabajadora inmigrante
en paro, que el nacer mujer no es cosa de cualquiera: “Voy a preparar la
comida, os deseo lo mejor, queridas mujeres, sacad los bisontes [sic] que
llevamos dentro, somos mujeres, no es cosa de todos”. (p.12)
Por el camino entre la
opresión, la independencia y la dependencia libremente elegida, el libro toca
de varias maneras el asunto dificilísimo de la existencia de la mujer. Lo hace
magistralmente comentando el poema de Wislawa Szymborska Przy
Winie (“Junto a un vaso de vino-“), poema que
trata de una mujer que conoce la felicidad colgándose de la mirada de su él,
para encontrarse al cabo de un tiempo, cuando no tiene delante la mirada masculina,
hecha una larva, como un clavo sin
cuadro en una pared. Porque aunque Eloísa
deshizo este hechizo en el siglo XII y por eso
la guardamos en la memoria, un hechizo que consistía en separar lo Femenino de
las mujeres vivas y reales, sigue habiendo mujeres, no se sabe cuántas, que
deciden adecuarse a lo femenino fantaseado por hombres, un femenino
desustanciado y cautivo de una mirada antropófaga, perdiendo realidad. Tal vez
siga ocurriendo esto porque, como el propio libro explica con la escritura
perfecta y rica en ejemplos de Luisa Muraro, para las mujeres la felicidad es
una necesidad de la propia existencia, no una posibilidad entre otras de
análogo valor.
Luisa Muraro, Non è da tutti. L’indicibile fortuna di nascere donna. Roma: Carocci, 2011, 126 págs.